miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cómo consumir Frutas.

CÓMO CONSUMIR LAS FRUTAS
El aparato digestivo humano evolucionó a partir de una dieta de frutas y sus parientes cercanos, las nueces y las semillas. Es un hecho biológico que la fruta fresca y los frutos secos contienen todos los mi­nerales, vitaminas, azúcares naturales y aminoácidos necesarios para la alimentación humana. Algunos “expertos” siguen asegurando lo con­trario, alegando que, dado que las frutas contienen pocas proteínas per se, resultan por tanto insuficientes para mantener la salud humana. Si bien es verdad que las frutas contienen muy pocas moléculas de pro­teínas complejas completas, como las que se hallan en la carne y los hue­vos, no es menos cierto que el cuerpo no puede utilizar las proteínas complejas de la carne y los huevos. Antes debe dedicar un tiempo con­siderable a digerir y fragmentar estas proteínas, a fin de estructurar luego sus aminoácidos y para elaborar las proteínas específicas que ne­cesita el organismo humano. Las frutas frescas y los frutos secos proporcionan estos elementos básicos en forma de aminoácidos libres, así como todas las enzimas sinérgicas y vitaminas con que se asocian, con lo cual ahorran al cuerpo todo el tiempo, energía y esfuerzo digestivo que requieren las proteínas animales complejas.
Debido a una ignorancia de la trofología y de los rudimentos de la nutrición, se ha acusado injustamente a las frutas frescas de toda clase de crímenes alimentarios. El “experto” en nutrición Dr. William Henry Potter, en su libro Eating to Live Long, condenó las frutas como “uno de los más perniciosos y reprensibles despropósitos dietéticos”, y el Dr. Percy Howe, de la Universidad de Harvard, observó que la ma­yoría de la gente tiene problemas para digerir las naranjas junto con las comidas, aunque también advirtió que tales problemas desaparecían por completo cuando las naranjas se comían separadamente.
Es cierto que muchas frutas (especialmente los melones y las frutas acidas) causan trastornos digestivos, fermentan en el estómago y pro­porcionan muy poco alimento cuando son consumidas indiscriminada­mente con otros alimentos incompatibles. Pero cuando se comen solas y en suficiente cantidad, las frutas frescas proporcionan todas las enzi­mas, vitaminas, aminoácidos y energía que el cuerpo necesita para una salud y vitalidad óptimas. También son sumamente depuradoras y desintoxicantes, siendo éste el motivo de que mucha gente experimente diarreas y otras molestias durante las primeras semanas de una dieta ex­clusivamente de frutas.
El culturista sueco Andreas Cahling, ganador de los codiciados títu­los de “Mister Europa” y “Míster Universo”, es exclusivamente frugí­voro. No come carne ni productos lácteos, ¡y ni siquiera cereales o ver­duras! Y aun así, su cuerpo es tan robusto y su salud tan resistente como los de sus carnívoros competidores, que se sienten en la necesi­dad de consumir cada día varias libras de carne, docenas de huevos y li­tros de leche para acumular proteínas.
El mayor error que suele cometerse al emprender una dieta exclusi­vamente de fruta es el de no comer la suficiente cantidad. El segundo error consiste en desechar las partes más nutritivas de la fruta. La fruta se compone principalmente de agua. Los frugívoros como Andreas Cahling, por tanto, “liquidan” media docena de plátanos o una docena de manzanas o hasta un par de kilos de uva de una sentada. Y se comen siempre las fibras blancas entre los gajos de naranja, los corazones de peras y manzanas y la piel de las uvas, porque son las partes que contie­nen las enzimas más potentes y la mayor proporción de aminoácidos. Las semillas, corazones y fibras de la fruta deben masticarse bien, hasta darles una consistencia líquida.
La fruta proporciona sus mejores beneficios nutritivos cuando se consume con el estómago vacío, pues buena parte de ella pasa directa­mente al intestino delgado. Pero, a menos que te alimentes únicamente de frutas y zumos de fruta, deberías usted su consumo diario a una o dos comidas exclusivamente a base de frutas. El hecho de comer fruta o beber zumo de fruta entre comidas a base de proteínas y féculas puede inhibir considerablemente su digestión, porque el estómago aún estará ocupado digiriendo las proteínas o los hidratos de carbono cuando reciba la fruta. Asimismo, las frutas dulces y las ácidas deben comerse en momentos separados, y no se ha de endulzar ninguna fruta con azúcar o miel, porque los otros azúcares no combinan bien con la fruta.
Si tomas hidratos de carbono para desayunar y proteínas para cenar, puedes prepararte un almuerzo muy saludable a base únicamente de fruta fresca (y cruda, por supuesto). Esta costumbre es particularmente beneficiosa para los comedores de carne, ya que la comida a base de frutas proporciona enzimas activas, masa fibrosa fresca y ácidos naturales que contribuyen a eliminar los subproductos de la putrefac­ción del tracto intestinal y la corriente sanguínea. Como extensión de esta comida diaria a base de fruta, puedes declarar un “día sema­nal de la fruta” en el que te alimentarás exclusivamente de fruta fresca de la mañana a la noche.
Todo esto es mucho más fácil de poner en práctica de lo que pa­rece. El mayor obstáculo no es fisiológico, sino psicológico. Como Walter Bahegot observó en cierta ocasión, “el dolor de una nueva idea es uno de los más intensos de la naturaleza humana... Tus ideas favoritas pueden ser erróneas; tus más firmes creencias, infundadas”. Y tus alimentos favoritos .pueden ser la causa fundamental de tus peores problemas.
Es un hecho comprobado que a la gente le resulta mucho más fácil creer una mentira que han oído repetir mil veces que una verdad que nunca habían oído antes. Primero hay que “desaprender” los vicios dietéticos arraigados desde la primera infancia, y luego familiarizarse con los datos objetivos sobre la dieta y la nutrición. Y para ello no hay que creer en la palabra de nadie. Si te limitas a respetar las leyes de la Nauraleza y las normas de la trofología durante unos pocos meses, tu propio cuerpo te proporcionará todas las pruebas necesarias, y, a menos que no te importen nada tu salud y tu longevidad, no tardarás en adoptar estos nuevos hábitos como una parte natural y permanente de tu vida diaria.
El respeto a la ley natural no exige una rigurosa mortificación ni aburrimiento culinario. Utilizando tu imaginación y tus conocimientos de la trofología, te será fácil preparar comidas compatibles, digeribles y nutritivas que resulten muy agradables al paladar. Y, ¿qué problema representa el poner de vez en cuando en la mesa algo de fruta fresca, frutos secos y semillas en lugar de cocinar un revoltillo incompatible?
También, si dejas la despensa vacía, estarás motivado para salir con más frecuencia a comprar productos frescos y ricos en enzimas en lugar de recurrir a productos enlatados, elaborados y refinados que no te pro­porcionan ningún alimento y provocan numerosos trastornos en tu aparato digestivo.
Por otra parte, comer aun en los más exóticos restaurantes no es ninguna excusa para cometer crímenes culinarios contra tu or­ganismo. Puedes encargar un menú perfectamente equilibrado y trofológicamente compatible en casi cualquier restaurante que prepare la comida al momento. Eso, desde luego, excluye a todos los estableci­mientos de comidas rápidas, donde ésta se prepara con mucha antela­ción a partir de productos elaborados. Pero en un restaurante italiano puedes solicitar una buena comida a base de hidratos de carbono com­puesta por un plato de pasta con salsa de tomate (sin queso ni carne, por favor) y complementada por una abundante ensalada vegetal.

En un restaurante especializado en carnes puedes pedir un gran bistec, si te apetece, pero prescinde del pan, solicita que te sirvan la carne muy poco hecha y compleméntala con una ensalada del tiempo. Si te encuentras ante un gran bufet cargado con toda clase de postres tentadores que sabes que no podrás resistir tras los platos principales, pues pres­cinde de los platos principales y cómete dos o tres postres, tras preparar tu estómago con las enzimas y la fibra de una buena ensalada. Donde hay una voluntad, hay un camino, y ahora que ya conoces el Ca­mino, todo depende de tu voluntad de recorrerlo.

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