lunes, 17 de enero de 2011
LA TIERRA ES UN SER VIVO QUE SE LLAMA GAIA.
La atmósfera de la Tierra estaba compuesta de una mezcla de gases inestables, pero había permanecido estable durante mucho tiempo. Sólo podía haber una cosa que la regulara, esto es, la vida. Este sistema que concibe el planeta como un ser ‘vivo’ afirma la necesidad de un cambio de visión para que el ser humano y la Tierra caminen en la misma dirección.
La vida condiciona el medio ambiente y éste condiciona la vida. Esta visión la tuvo el científico inglés James Lovelock en otoño de 1965 cuando trabajaba en la NASA. En medio de la presión de su jefe, que le concedió apenas dos días para concretar un sistema práctico de detección de vida en otros planetas a través de la atmósfera, vislumbró su idea germinal: la atmósfera de la Tierra estaba compuesta de una mezcla de gases inestables pero había permanecido estable durante mucho tiempo. Sólo podía haber una cosa que la regulara, esto es, la vida. Vida y medio ambiente unidos en una sola naturaleza, la de la Tierra, o mejor, la de Gaia, como la bautizó el novelista William Golding, premio Nobel de Literatura.
Para los antiguos griegos era la diosa primigenia de la Tierra, la madre del cielo, el mar y las montañas; una presencia cariñosa, femenina y nutridora, también cruel con cualquiera que no viviera en armonía con el planeta, un nombre muy apropiado para esta teoría. “Gaia es un sistema en evolución, compuesto por todas las cosas vivas y la superficie de su medioambiente -los océanos, la atmósfera y las rocas-…un sistema que ha surgido de la interacción recíproca de los organismos y su entorno, a través de los eones de vida sobre la Tierra”, dice Lovelock.(1)
El científico inglés James Lovelock en una foto reciente
La Tierra, no un planeta inerte sino un ser vivo, una mirada cercana a la de los llamados pueblos primitivos que rendían culto a la naturaleza y a su espíritu presente en cada uno de sus elementos. Una madre sagrada para diferentes tradiciones, los antiguos griegos e hindúes, así como las comunidades indígenas. Una progenitora con diferentes nombres, Pachamama, Tonantzin, Deméter, Cibeles, Ceres, Gea o Gaia, entre otros.
Lovelock no tiene la misma concepción animista de la Tierra, no habla de piedras o árboles con sentimientos o voluntad. El término ‘vivo’ lo refiere a algo activo, en funcionamiento. Es una percepción esencialmente fisiológica que se ocupa de la totalidad del sistema, no de partes separadas del planeta; una visión del espacio, como él dice, de “arriba a abajo”.
A la comunidad científica esta teoría le pareció, en principio, una auténtica tontería, algo más propio de un místico que de un hombre de ciencia. Una de las críticas es que la hipótesis de Gaia es teleológica, esto significa que afirma un propósito definido para la autorregulación planetaria. Lovelock argumenta que esto no es lo que concluye su teoría: “En este sistema, la autorregulación del clima y la composición química son totalmente automáticos, La autorregulación se produce al evolucionar el sistema. Ningún tipo de proyecto, plan o teleología (propósito de la naturaleza) están implicados”.(2)
Otros lo acusan de ser antidarwinista, aspecto que refuta el microbiólogo español Ricard Guerrero en el prólogo del libro ‘Las Edades de Gaia’: “En efecto, en la teoría de Gaia la evolución de los seres vivos por selección natural desempeña un papel importante en la autorregulación del planeta; la evolución biológica y la geológica son contempladas como dos procesos íntimamente relacionados”. (3)
En esta línea de críticas también están los neodarwinistas que, como Lovelock explica, se oponen y ridiculizan su hipótesis. “Gaia no puede reproducirse, dicen, y por tanto no puede evolucionar en competencia con otros planetas. Por tanto, no puede estar viva. Es verdad que Gaia no está viva como tú o yo. No tiene ningún propósito y no puede moverse por su propia voluntad ni hacer el amor. Pero tampoco pueden hacerlo muchos tipos de bacterias…Y, a mayor escala, ¿qué hay de los ecosistemas completos, como los bosques? ¿Es necesario proclamarlos muertos a todos?”. (4)
En realidad, muchas críticas provienen de distintos ámbitos de científicos que estudian la vida y la Tierra desde las limitaciones de su especialidad. Es una visión más estrecha, que concibe el todo como la suma de las partes, una mirada ‘de abajo a arriba’ que aunque entiende y acepta la relación entre vida y medio ambiente no asimila la idea de la Tierra como un sistema singular y único, un superorganismo como ya había sugerido en 1785 el científico británico James Hutton.
Lovelock piensa que este rechazo instintivo a su teoría, a ver la Tierra como un sistema vivo, obedece al centrismo humano, a la tendencia de considerarnos más vivos que otros animales y organismos. Para Isabel Esteve, catedrática de microbiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, la teoría Gaia es una lección de humildad para el Hombre: “Sirve para rebajarnos los humos, que no nos veamos tan importantes ni pensemos que todo gira a nuestro alrededor y seamos un poco más humildes. Todos somos necesarios, todos nos controlamos mutuamente, para bien o para mal, y a la vez controlamos el ambiente. La encuentro muy vigente porque no es solamente ciencia, también es filosofía para entender el funcionamiento de nuestro planeta”.
Así, el año 1970, el día 22 de abril (equinoccio de primavera en el hemisferio norte) se celebró por primera vez el Día de la Tierra. Más de 20 millones de personas respondieron a la convocatoria, estableciendo en sus comunidades, universidades y colegios, una plataforma de difusión y discusión sobre el medio ambiente y sus principales problemas.
Algunos han abierto los ojos a la realidad. Uno de aquellos días fue el 22 de abril de 1970. En Estados Unidos, millones de personas despertaron, salieron a la calle y, como si estuvieran frente a los tribunales, alzaron la voz, exigieron justicia para la Tierra. Así nació su día. 20 años después 141 países lanzaron los mismos gritos de ayuda, de solidaridad, a los que respondió Barcelona que, de manera oficial, creó el ‘Día de la Tierra’ en 1996. El Parque de la Ciudadela abrió este año su Arco del Triunfo para la 12 edición, con el lema de la lucha contra la toxicidad de los productos químicos, de cómo reducir esta negativa presencia en la vida cotidiana. “El problema no es la Tierra, ella continúa su evolución, pero si el Hombre no cambia se destruirá a sí mismo”, explica José Puig, promotor desde sus inicios de esta Feria que siempre se organiza alrededor del 22 de abril. Jame Lovelock dice lo mismo en otras palabras: “Si perdemos nuestro hábitat, la vida y su medio ambiente sobre la Tierra, Gaia, continuarán, pero la humanidad ya no será parte de ellas”.(5)
Por Juan Guillermo Gaviria Riaño
(1) Lovelock, J. (1992): Gaia. Una ciencia para curar el planeta. Ediciones Integral, p. 11
(2) James Lovelock, op. cit., p. 11
(3) Lovelock, J. (1993): Las edades de Gaia. Una biografía de nuestro planeta vivo. Tusquets Editores, p. V
(4) Lovelock, J. (1992): Gaia. Una ciencia para curar el planeta. Editorial Integral, p. 29
(5) Lovelock, J. (1992): Gaia. Una ciencia para curar el planeta. Editorial Integral, p. 18
Bibliografía consultada:
. Goldsmith Edward (1999): El Tao de la ecología. Una visión ecológica del mundo. Barcelona. Icaria Editorial.
. Lovelock, James (1992): Gaia. Una ciencia para curar el planeta. Barcelona. Ediciones Integral.
. (1993): Las edades de Gaia. Una biografía de nuestro planeta vivo. Barcelona. Tusquets Editores.
. Lurker, Manfred (1999): Diccionario de Dioses y Diosas, Diablos y Demonios. Barcelona. Ediciones Paidos.
. March, Jenny (1998): Diccionario de Mitología Clásica. Barcelona. Editorial Crítica.
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