La culpa, una emoción aprendida desde niños
Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Tabernero Neira.
Última actualización: 06 abril, 2022
La culpa es una emoción muy poderosa. Y muy dañina. Señala también que somos responsables de nuestros actos. En ese sentido podemos tomar conciencia de lo que ha pasado y cómo hemos actuado. Si nos juzgamos, nos señalamos como culpables y nos quedamos anclados en esa emoción, sin actuar, puede llegar a arrastrarnos hasta lo más profundo de pozo, donde nos espera el malestar emocional y físico.
Proponemos una reflexión sobre lo que te hace sentir culpable. Comienza por comprender qué es sentirte culpable. Para nosotros, sería más saludable analizar de qué te sientes responsable. Porque si comienzas con la connotación negativa que introduce el sentimiento de culpabilidad, probablemente aparecerán también otras emociones poco saludables en principio, como la rabia. A partir de ahí, determina lo que depende de ti y lo que es responsabilidad de los demás.
Cómo surge la culpa
La culpa surge cuando haces algo que sabes que no está bien. Una voz interior te lo remarca. Te sientes mal y ese estado emocional al que te precipitas va a depender de lo que hayamos aprendido, es decir, de la educación que hayamos tenido. Los sentimientos que acompañen a la culpa, como la vergüenza, también van a depender de lo que hayamos aprendido.
Las situaciones que pueden generar culpa son muchas: nos sentimos culpables por no ser buenos padres, buenos hijos, buenos amantes, buenos amigos… Nos torturamos por no haber cumplido las metas que nos fijamos, por engordar, por no llegar a todo… Nos sentimos culpables por lo que hacemos y por lo que no hacemos…Culpables por ser así o pensar esto, sentir aquello o desear lo otro…
Las creencias que tenemos, la educación de nuestros padres y nuestros aprendizajes determinarán en cada situación cómo nos sentimos. Desde niños, el peso de la culpa se adquiere desde la familia y el colegio. Los padres contribuyen a este sentimiento de culpa a través de algo tan sencillo como hacer creer al hijo que es la causa de su malestar y sus emociones.
Culpa o responsabilidad
Lo importante es diferenciar entre culpa útil, separada de la culpa asfixiante, estéril y patológica, que tortura. Los sentimientos de culpa que nos permiten rectificar los errores o faltas que hayamos podido cometer resultan útiles.
Se entiende así la culpa como responsabilidad. Los otros sentimientos de culpa, suponen un lastre que agota nuestra energía y generan inútiles y profundos sentimientos de malestar. La culpabilidad patológica no tiene nada que ver con la culpabilidad sana o responsable, que sanciona una falta.
Al hilo de esto, Luis Rojas Marcos, prestigioso psiquiatra andaluz afincado en EEUU, habla de una actitud positiva y no sentirse culpable para mejorar en las enfermedades crónicas.
Niños educados en la culpa o en la responsabilidad
Culpabilizar a los niños para tratar de ejercer el control sobre ellos es una estrategia muy peligrosa. Un niño educado en la culpa desarrolla una sensibilidad particular hacia esa moción: será más fácil de manipular y también habrá una mayor probabilidad de que actúe como manipulador.
Cada vez que los padres atribuyen al hijo la causa de sus estados de ánimo, contribuyen a reforzar su sentimiento de omnipotencia al hacerle creer que él es el responsable de sus emociones. Cuando las emociones son desagradables, directamente el niño se siente culpable.
En cambio, los padres que ayudan a sus hijos a reflexionar sobre sus faltas de una manera constructiva y no acusatoria o condenatoria estarán ayudando a sus hijos a enfrentarse de otra manera a sus errores.
Después de un comportamiento, los niños pueden reflexionar sobre lo que han hecho y sus consecuencias. A la vez, pueden repararlas y no quedarse estancados en la culpabilidad. Recordemos que una vez que ha señalado el daño y motivado su reparación, este sentimiento debería marcharse.
¿Cómo se contribuye al sentimiento de culpa?
Es tan fácil contribuir al sentimiento de culpa en un niño como hacerle creer que es el causante del malestar emocional del adulto. Así los padres que atribuyen a los hijos la causa de sus estados de ánimo, les hacen sentir culpables de su enfado o tristeza.
Frases como Menos mal, tu hermana no nos ha salido como tú… Estoy muy triste por tu culpa… Con el dinero que nos cuesta el colegio, mira cómo lo aprovechas… Nos da vergüenza que te comportes así… El mensaje es totalmente equivocado: los niños tienen que comprender que cada uno es el responsable de gestionar sus emociones.
Es habitual que el sentimiento de culpa consciente o inconsciente no se gestione bien desde la infancia y pueda llegar a condicionar toda la vida de la persona, generándole aprensiones, miedos, autor-recriminaciones, inseguridades…
Aprender a gestionar la culpa
La culpa nos hace angustiarnos, torturarnos y despreciarnos. El problema no radica en sentirla, sino en cómo manejar la culpa. Para mejorar su gestión te proponemos estos sencillos pasos:
1.- Examina si eres responsable de lo que ha pasado
La clave de la intervención en la culpa patológica consiste en delimitar tu parte de responsabilidad con la ajena. Para liberarnos de ella es necesario saber cómo afrontamos la responsabilidad. Bajo los efectos de los sentimientos de culpa asumimos responsabilidades que no nos corresponden.
2.- Reconoce la culpa
El psicoanalista Sigmund Freud decía que solo se puede vencer al enemigo en su presencia. Acoger el sentimiento de culpa supone asumir su presencia y ponerle palabras. Pensamiento y lenguaje entran en juego para reconocer las emociones.
3.- Expresa la culpa
Si reprimimos y ocultamos la culpa, nos encerraremos en la soledad y el silencio, y en la duda. Las palabras permiten romper ese aislamiento. Contarle a alguien lo que nos hace sentir culpables y cómo nos sentimos ayudará a aliviar el sentimiento.
4.- Reconoce tus propias limitaciones
Disminuir nuestro nivel de exigencias y exceso de responsabilidades de asuntos o sufrimientos ajenos, ayuda a no sentirnos culpables por todo. Renunciar al control, aceptar la existencia de situaciones que se nos escapan, y saber que no podemos llegar a todo, es muy importante.
5.- Elimina los auto-reproches
Los auto-reproches sirven de muy poco. Por el contrario generan dolencias de todo tipo y estados de ansiedad que potencian círculos viciosos de pensamientos negativos. Unos ciclos que a su vez alimentan el sentimiento de culpa.
6.- Pide disculpas
Reflexiona sobre tu modo de actuar, y si sientes que has obrado mal o con desgana, no le des más vueltas. Busca alternativas para reparar el daño, y si no, pide disculpas a la persona afectada. Proporciona un gran alivio y sobre todo abre las ventanas a emociones más positivas.
-¡Pero no hay a quien juzgar! -exclamó el principito.
-Te juzgarás a ti mismo -le respondió el Rey-. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo, eres un verdadero sabio.
-Antoine de Saint-Exupery. El principito-
En resumen, saber qué es la culpa, cómo funciona y sus implicaciones, nos permiten gestionar con mayor efectividad este estado tan limitante del ser. Por tanto, sigue estas claves que te ofrecemos y libérate de la presión de la culpa, entendida como su forma patológica.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/la-culpa-una-emocion-aprendida-desde-ninos/
No eres culpable, eres responsable
Escrito y verificado por la psicóloga María Vélez.
Última actualización: 01 febrero, 2022
Todos hemos llegado a pronunciar en algún momento de nuestra vida algunas frases que en las que nos culpabilizamos a nosotros mismos. “Todo ha sido por mi culpa”, “Me lo merezco“… Y, aunque es común, quizás nos hemos considerado culpable más veces de las que debiéramos.
El lenguaje que usamos tiene un impacto directo en nuestra forma de entender e interpretar la vida. Las personas difícilmente somos conscientes de este efecto ineludible, por lo que caemos en la trampa de llevar al extremo muchas de nuestras vivencias adversas. Lo hacemos solo por el condicionamiento que ejercen las palabras que hemos empleado para expresarlas.
Todos hemos pasado por momentos en los que no nos gusta cómo nos hemos comportado, cómo hemos resuelto alguna situación o cómo alguien nos ha hecho sentir con sus palabras o acciones. En ocasiones llegamos a ser muy duros con nosotros mismos, pudiendo machacarnos y juzgarnos con dureza. Es más, probablemente se trate de algo que ya pertenece al pasado y que no tiene un gran impacto real en el momento presente. Sin embargo, nos sentimos culpable y nos torturamos.
El boicot contra nuestro yo interno
“Soy el culpable de todo esto” es una frase cargada de connotaciones negativas que nublan la capacidad de nuestra mente para razonar, ya que la emoción que produce en nosotros es muy intensa. Asimismo, bloquea todos nuestros recursos y fortalezas para afrontar la situación de manera exitosa, llegando a pensar con clara certeza que somos merecedores de todo lo negativo que nos ocurre.
Si optamos por convencernos de que todo está mal y nos refugiamos en pensar que no podemos hacer nada al respecto, ¿qué razones habría para poner medios en salir de ese bache?
Podemos encontrar un símil de esta convicción en las supersticiones: creencias irracionales mediante las que las personas le echan la culpa de sus adversidades a haber derramado sal, a haber roto un espejo o a haberse cruzado con un gato negro. Estos azares traen una mala suerte inevitable y nada se puede hacer para hacerle frente, refieren algunos.
Los seres humanos somos responsables, que no culpables, de la interpretación que hacemos de nuestras acciones y de nuestras palabras. La responsabilidad es un concepto que tiene una connotación positiva y nos sitúa en un lugar privilegiado de control interno. Así, nos predispone a actuar hacia aquello que queremos solucionar, cambiar o mejorar, tanto si hemos tocado madera, como si no.
La trampa de la mala suerte
Ocurre que si nombramos a la suerte como capitana de nuestro destino, dejaremos de sentirnos responsables de nuestra vida. De hecho nos situaremos justo en el lado opuesto, en un lugar de control externo, perfecto para librarnos de la culpa o la responsabilidad.
Si afianzamos esta óptica dentro de nuestros esquemas de razonamiento, seguiremos mostrándonos pasivos ante los sucesos que ocurren a nuestro alrededor, por lo que nuestra autoestima y auto respeto perderán solidez.
El hecho de posicionarnos, y posteriormente permanecer en el lugar de control interno, se puede conseguir e integrar en nuestra personalidad. Es entonces cuando dejamos de percibir que nuestras experiencias, positivas o negativas, se escapan de nuestro control, a pesar de haber puesto todo nuestro empeño. Es decir, comenzamos a entender que podemos tomar decisiones y cambiar aspectos de nuestra vida.
No olvides que un porcentaje alto de tus logros personales depende de ti y que el modo en que se desarrollan tus relaciones interpersonales está en tu mano. No te ensombrezcas y saca a la luz todas tus habilidades personales que te hagan conciliarte con todo lo que te rodea.
Deja de machacarte, de cuestionarte, de sentirte culpable, deja de perder el tiempo sintiéndote merecedor de todo lo negativo que te ocurre. Quiérete y respétate. Sé responsable de tu propia vida, de manera que no comprometas tu autoestima: solo así podrás poner en marcha todo lo necesario para mejorar, progresar y cambiar eso que te está inquietando.
“La disposición a aceptar la responsabilidad de nuestra propia vida, es el origen de donde surge el autorespeto”
-Joan Didion-
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