La dignidad personal es reconocer que merecemos algo mejor.
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.
Última actualización: 08 julio, 2022
Las personas tenemos un precio, un valor indiscutible llamado dignidad personal. Es una dimensión incondicional que nos recuerda cada día que nadie puede ni debe utilizarnos. Somos libres, seres valiosos, responsables de nosotros mismos y merecedores a su vez de un adecuado respeto.
La dignidad personal es, sin duda, uno de los conceptos más interesantes a la vez que descuidados dentro del campo del crecimiento personal. De algún modo, a muchos se nos ha olvidado que esta dimensión no depende del reconocimiento externo. Nadie tiene por qué otorgarnos un valor determinado para que nosotros mismos nos sintamos merecedores de obsequios.
“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca meramente como medio”.
-Immanuel Kant-
Qué es la dignidad personal
Cómo afirma Íñigo de Miguel en su artículo Consideraciones sobre el concepto de dignidad humana, “actualmente, la mayor parte de los autores consideran que la dignidad esencial del hombre se basa en tres hechos: su capacidad de emitir juicios morales, su libertad para decidir acerca de sus acciones y su intelectualidad, esto es, la posibilidad que tiene de generar conceptos abstractos”.
De Miguel explica que diferentes estudios apuntan a que la palabra dignidad tiene su origen en el sánscrito, “concretamente en la raíz dec, que querría decir ser conveniente, conforme, adecuado a algo o alguien“. Más adelante, el latín añadió el sufijo “-mus”, quedando el término “decmus”, que derivaría en dignus. Así pues, con el paso de los años en castellano pasó a ser “digno” y de ahí “dignidad”.
La dignidad personal es una cualidad inherente que viene “de fábrica”. Tal y como dijo Martin Luther King una vez, no importa cuál sea tu oficio, no importa el color de tu piel ni cuánto dinero tengas en tu cuenta bancaria. Todos somos dignos y todos tenemos la capacidad de construir una sociedad mucho mejor basada en el reconocimiento de uno mismo y en el de los demás.
Sin embargo, dignidad y vulnerabilidad siempre van de la mano. Porque esta cualidad innata depende directamente de nuestro balance emocional y de la autoestima. De hecho, en ocasiones basta con que alguien nos quiera mal para que no nos sintamos dignos de ser amados. Basta también con que pasemos una temporada sin empleo para llegar a pensar que no somos dignos ni útiles para esta sociedad. Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.
Qué no es dignidad personal
Entender desde bien temprano que merecemos lo mejor, que debemos ser respetados por lo que somos, tenemos y nos caracteriza, no es orgullo. Defender nuestra identidad, nuestra libertad y nuestro derecho a tener voz propia, opinión y unos valores, no es narcisismo. En el momento que entendemos todo esto, nuestra personalidad se refuerza y conseguimos una adecuada satisfacción interna.
Sin embargo, hemos de admitirlo, si hay una dimensión de nuestro bienestar psicológico que más secuelas deja tras haberla descuidado, olvidado o dejado en manos de otros, es ella, la dignidad. De ahí que siempre debamos recordar algo muy sencillo a la vez que ilustrativo: la esperanza no es lo último que una persona debe perder; en realidad, lo que jamás debemos perder es la dignidad personal.
Perdemos la dignidad personal cuando…
La dignidad no son unas llaves que ponemos en nuestros bolsillos y que de vez en cuando dejamos a otros para que nos las guarden. Tampoco es una posesión material. Es un valor intransferible, incondicional, propio y privado de cada uno. No se deja, no se pierde ni se vende: va contigo siempre.
- Las personas perdemos nuestra dignidad cuando nos dejamos humillar y boicotear de forma sistemática.
- Perdemos nuestra dignidad de forma fulminante cuando dejamos de amarnos a nosotros mismos.
- La dignidad se pierde cuando nos volvemos conformistas y aceptamos mucho menos de lo que merecemos.
- Por curioso que nos parezca, también podemos dejar escapar esta dimensión en el momento en que nos excedemos. Ese momento en el que exigimos privilegios y vulneramos el sentido del equilibrio y la igualdad respecto a nuestros semejantes.
Tal y como podemos ver, no solo la falta de seguridad personal y de amor propio genera la pérdida de esta raíz de nuestro bienestar. A veces, hay quien se vuelve indigno en el momento en que da el paso hacia el abuso, hacia la falta de consideración y el egoísmo extremo.
Cómo aprender a ser personas con una dignidad más fuerte
La dignidad es quizá un tema mucho más tratado por la filosofía que por la psicología. Kant, por ejemplo, definió en su momento a la persona con adecuada dignidad personal como alguien con conciencia, voluntad propia y autonomía. Sin embargo, en las definiciones más clásicas sobre esta dimensión se descuida un aspecto esencial: la dignidad también se expresa cuando somos capaces de conseguir que quienes nos rodean, se sientan respetados, dignos y valorados.
“Todo ser humano es persona. Hay que respetar a la persona como referente, con independencia de que posea o no la propiedad de la conciencia”.
-Evandro Agazzi-
Estamos, pues, ante un valor personal, pero también ante una actitud proactiva. Es indiferente que nos venga de “fábrica” como señalábamos al inicio. Debemos ser capaces de propiciar y crear entornos donde impere la dignidad, ya sea en nuestras familias, en nuestros entornos laborales y en la propia sociedad. Veamos ahora qué pilares sustentan esta valiosa dimensión.
Los 5 pilares de la dignidad personal
Para aprender a ser conscientes de nuestra propia dignidad y desarrollarla es necesario un trabajo de introspección. Para realizarlo adecuadamente se pueden tener en cuenta los siguientes pilares de la dignidad personal:
- El primer aspecto es comprender que somos dueños de nosotros mismos. Somos nuestros directores de orquesta, nuestros gurús personales, nuestro timón de mando y nuestra brújula. Nadie tiene derecho a llevarnos ni arrastrarnos a océanos que no son nuestros, ni a escenarios que nos traen la infelicidad.
- El segundo pilar es sin duda algo tan simple como complicado en ocasiones: darnos permiso para alcanzar aquello que queremos. Muchas veces no nos sentimos merecedores de algo mejor, de algo bueno y enriquecedor. Nos limitamos a aceptar lo que la vida ha querido traernos como si fuéramos actores de reparto en el teatro de nuestras vidas.
- Define tus valores. Aspectos tan básicos como una identidad fuerte, una buena autoestima y unos valores sólidos configuran las raíces de nuestra dignidad personal, y esos aspectos que nadie puede ni debe vulnerar jamás.
- Autorreflexión y meditación. A lo largo del día, es conveniente que tengamos un instante para nosotros mismos. Es un espacio propio donde tomar contacto con nuestro ser para hacer un adecuado diagnóstico sobre cómo nos sentimos. La dignidad queda “tocada” de muy diversas formas a lo largo de cada día, y es necesario identificar esos golpes, esas pequeñas heridas que sanar.
- Por último, y no menos importante, es vital también que seamos capaces de cuidar de la dignidad de los demás. Lo señalábamos antes, porque ser digno es también saber reconocer al igual, sea cual sea su condición, su situación, su origen, su estatus o su raza.
Aprendamos, por tanto, a crear sociedades más justas empezando siempre por nosotros mismos, por nuestra dignidad personal. No debemos abandonarla ni quitársela a los demás.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/dignidad-personal-merecemos-algo-mejor/
Tenemos diferentes culturas pero un mismo corazón
Escrito y verificado por la psicóloga Adriana Reyes Zendrera.
Última actualización: 15 noviembre, 2022
A lo largo de las diferentes épocas de nuestra historia hemos ido forjando culturas, lenguas, costumbres y valores diversos en todo el mundo. Ante esta realidad, parece inevitable hacernos una pregunta, ¿por qué lo diferente a menudo nos asusta? Si la diversidad cultural nos aporta aprendizaje, nuevos puntos de vista y riqueza emocional, ¿cómo podemos reconciliarnos con lo desconocido?
“Conocer nuevas formas de relacionarnos nos pueden aportar mucha riqueza emocional a nuestra vida” .
¿Por qué lo desconocido nos asusta?
Lo que no conocemos nos da miedo y ante esta emoción puede surgir el rechazo y los prejuicios. Mucho de lo que desconocemos nos generan inseguridad y nos encierra en nuestro mundo interior. Pensar en personas diferentes, distintas costumbres y maneras nuevas de hacer las cosas nos puede llevar a querer sobreproteger lo que sentimos como propio. Incluso podemos considerar que esto que es propio está siendo amenazado.
Cuando sentimos miedo, podemos tener 3 reacciones diferentes: la huida, el ataque o la paralización. Las tres maneras de comportarnos son estrategias de defensa ante lo que nos asusta. Por tanto, la respuesta natural al miedo es la protección. ¿Y cómo nos protegemos de lo diferente? En ocasiones, mediante el rechazo y la discriminación. Entonces, nos podemos encontrar con personas que cierran su corazón a lo diferente por miedo a ser atacados o invadidos.
Preferimos la zona conocida
En la zona de confort o zona conocida se sitúan aquellos procedimientos o situaciones que de alguna manera tenemos dominados y que se encuentran lejos de desafiar nuestras capacidades. Por esto mismo, movernos en esta zona no suele generarnos mucha tensión. Lo que es desconocido y puede llegar a asustarnos se encuentra fuera de esta zona. Uno de los temores que aparecen cuando nos planteamos salir de nuestra zona de confort es la sensación de que lo nuevo invalida lo de siempre.
Cuando en realidad, puede ser justo lo contrario, los nuevos aprendizajes enriquecen y suman bagaje en vez de restar. Conocer nuevas formas de relacionarnos, de cocinar, de enseñar, de vivir, independientemente de dónde sea su procedencia, nos pueden aportar una gran riqueza emocional a nuestra vida.
Aceptar la diversidad abre el corazón
Los diferentes idiomas, las diferentes culturas, nos abren la posibilidad de un aprendizaje inmenso hacia cosas que ni hubiéramos imaginado conocer. ¿Te imaginas descubrir que no eres tan diferente de los demás? ¿Te imaginas averiguar que tu ADN está compuesto de muchas procedencias dispares? Esto es lo que les pasó a los chicos que dejaron que les realizaran un análisis de su ADN. Encontraron que en realidad, no eran tan diferentes de los demás como habían pensado, tenían muchas más cosas en común de lo que imaginaban.
“Nuestros orígenes no son tan diferentes, porque en lo esencial, sólo somos un ser humano intentando conectar con otro ser humano”.
Las diversidad cultural nos enriquece
Las diferencias nos permiten por tanto, dar lo mejor de nosotros mismos. Nos llevan a descubrir aspectos inimaginables de nuestro ser, las diferencias con otras personas nos permiten por ejemplo:
- Conocer nuevas maneras de enfocar una situación, ampliando los puntos de vista desde los que la consideramos y dando espacio a nuevas formas de pensar, incluso de sentir.
- Reconocer que cada persona tiene su historia. Cada persona y cada cultura tiene su historia que contar, y es importante respetarlos y escucharlos, antes de lanzarnos a juzgar.
- Dar espacio a poder viajar y conocer las maravillas del mundo, para conocer nuevos paisajes y personas que nos aporten nuevas ideas y más perspectiva de las situaciones.
- Recordar que no estamos solos, hay más gente que nos acompaña en este mundo. Esto nos permite dejar pensar que nuestra cultura es la única válida, y la única merecedora de explorar.
- Aprender que todas las culturas pueden aportarnos algo, incluso aunque no tenga nada que ver con nosotros.
Diferentes culturas un mismo corazón
Al final, por muchas diferencias que nos separen, todos tenemos un mismo corazón que late día a día y minuto tras minuto. Si empezamos a ver lo que nos une y no lo que nos separa, vamos averiguar que el otro nos da mucha paz y serenidad aún con sus diferencias. Nuestros orígenes no son tan diferentes, porque en lo esencial, solo somos un ser humano intentando conectar con otro ser humano, qué grande y qué sencillo a la vez.
La vida va mucho más allá de nosotros. La sensibilidad y el amor nos unen y nos hacen únicos como seres humanos. Reconciliarnos con las personas de origen cultural diferente al nuestro nos permite darnos cuenta que tenemos la oportunidad de crecer emocionalmente a través de otras personas y costumbres.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/tenemos-diferentes-culturas-corazon/
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