¿De qué se compone nuestra identidad social?
Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.
Escrito por Roberto Muelas Lobato
Última actualización: 19 julio, 2019
La identidad social es el grado en que nos identificamos con un grupo. Es la importancia que tiene un grupo al que pertenecemos para nosotros. Cuanto más nos identificamos con el grupo, más va a definir este grupo nuestra personalidad. Las normas y valores del grupo van a ser compartidas por los miembros de este; por otro lado, cuanto más importantes se consideren, más se van a respetar.
Pero, ¿la identidad social es algo tan simple como la importancia de un grupo? No, la identidad social no es solo la importancia del grupo y la asimilación de sus normas y valores. La identidad social de cualquier grupo es una amalgama de diferentes partes. En concreto, la identidad social está formada por dos factores a nivel grupal y por cinco a nivel individual.
La auto-inversión de la identidad social
Como se ha dicho, a nivel de grupo la identidad social cuenta con dos componentes: la auto-inversión y la auto-definición. La auto-inversión alude la sensación de pertenencia al grupo. El sentir que se es parte de algo más grande y la atribución de sentimientos positivos. Para algunas personas, la sensación de inclusión que se desprende de pertenecer a un grupo es de vital importancia. Esta sensación, que aporta bienestar, está asociada a la atribución de características positivas. Por ejemplo, mi grupo es el mejor, los miembros son buenas personas, hacemos cosas importantes.
La dimensión de la auto-inversión, a su vez, está compuesta por tres componentes individuales. Estos son la satisfacción, la solidaridad y la centralidad. La satisfacción se refleja en los sentimientos positivos hacia el grupo y hacia la pertenencia en él. Una persona que se considere francesa, que su grupo nacional sea Francia, va a sentirse satisfecho de ser francés. Esta persona llegará, incluso, a negar los aspectos negativos que puede tener definirse como francés. De esta manera, su satisfacción tenderá a mantenerse.
La solidaridad se basa en un vínculo psicológico con los demás miembros del grupo y en su compromiso con ellos. Las personas que más se identifican con un grupo van a estar dispuestas a hacer más cosas por el resto de miembros del grupo. Una persona con una fuerte identidad con una religión no va a negar casi nada a personas con la misma religión. Sin embargo, puede que le resulte más difícil compartir con personas de otra religión. Con la solidaridad se crea un compromiso con el grupo y con sus miembros.
La centralidad hace que los miembros del grupo sean sensibles a los problemas del grupo, ya ocurran dentro del grupo o en relación con otros grupos. Cuando se considera que el grupo está amenazado, las personas para las que la centralidad es importante van a luchar contra esa amenaza. La centralidad consiste en anteponer al grupo a otras necesidades individuales. Un aficionado de un equipo de fútbol puede dejar aspectos importantes de su vida de lado solo por animar a su equipo.
La auto-definición de la identidad social
Por otra parte, la auto-definición es como se define el grupo. Una parte importante de esta definición es el grado en el que las personas que lo forman piensan que son similares al prototipo del grupo. La auto-definición también se manifiesta en cómo sus componentes perciben que comparten los puntos identitarios de eses grupo
Así, los miembros del grupo tienden a parecerse en diferentes aspectos. Los componentes individuales de la auto-definición son los auto-estereotipos y la homogeneidad. Los auto-estereotipos surgen cuando los miembros del grupo se perciben a sí mismos como miembros del grupo. Al hacer esto, también suelen adoptar de alguna manera los estereotipos que se atribuyen al grupo.
Normalmente, los miembros del grupo se perciben como similares a los miembros más prototípicos del grupo. También perciben que comparten un destino común con el grupo, lo que hace que por compartan y se sientan parte de los éxitos y fracasos del grupo.
Por otro lado, la homogeneidad percibida dentro del grupo está asociada con el deseo de mantener el carácter distintivo positivo del grupo. Los miembros de un grupo suelen pensar que su grupo comparte muchas cosas y todos sus miembros son similares. Así, suelen ver en el grupo una homogeneidad mayor de la que realmente hay.
Por ello, las personas que se identifican mucho es probable que rechacen a los miembros de otros grupos por considerarlos diferentes. Si una persona pertenece a un grupo extremo, como los neo-nazis, va a intentar diferenciarse lo máximo posible de otros grupos, como los skinheads, por mucho que compartan algunas características.
La diversidad de la identidad social
Estos diferentes componentes de la identidad llevan a que las personas se identifiquen de diferente forma en los grupos. Unos pueden hacer más hincapié en la homogeneidad del grupo e intentar distinguirse de otros grupos. Otros pueden centrarse en ser solidarios con los miembros de su grupo o dar mucha importancia a la centralidad.
Un ejemplo práctico lo encontramos en el debate existente en España acerca de la independencia de Cataluña. Existen personas que se identifican como españoles y como catalanes o solo con uno de los dos grupos sociales. Pero esa identificación no es igual para todos. Unos pueden identificarse con la centralidad de los catalanes y percibir que España es una amenaza mientras que otros se auto-estereotiparán e intentarán imitar a los miembros más representativos de su grupo.
Estas diferencias en la identidad social hacen que la identidad de cada persona sea diferente y den más importancia a unos u otros aspectos del grupo. Por ello, gente que pertenece a varios grupos que se solapan, España y Cataluña, pueden tener distinta forma de identificarse con cada uno de los grupos.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/de-que-se-compone-nuestra-identidad-social/
¿Qué efecto tiene el sentimiento nacionalista en la sociedad?
El sentimiento nacionalista puede actuar como una especie de virus: una vez se introduce en el cerebro, moldea la visión del mundo y la distorsiona, alimentando la impulsividad y los sesgos cognitivos de la persona. El foco mental se estrecha hasta el punto de asumir que la propia nación es superior, por su historia, cultura y lo relacionado con ella.
Si bien no todos los nacionalismos conducen al extremismo y a esa violencia inherente que conocemos, la forma en que se manifiestan siempre es llamativa desde un punto de vista sociopsicológico. Esa pasión y espíritu patriótico se traduce en conductas grupales, emociones intensas y apegos inconscientes que analizaremos a continuación.
«El nacionalismo es el canalla principal de todos los males. Divide a la gente, destruye el lado bueno de la naturaleza humana, conduce a la desigualdad en la distribución de las riquezas».
-José Luis Borges-
¿Cómo se expresa el sentimiento nacionalista?
Casi todos nos identificamos con nuestros países o regiones de origen. Nos emociona su historia, haciendo que lleguemos a sentirnos parte de un ente muy diverso y, en buena medida, intangible. Sin embargo, no siempre trazamos un línea imaginaria y divisoria siguiendo el talón de nuestros compatriotas o las postrimerías del territorio en el que nacimos o nos adoptó desde muy pequeños.
Ahora bien, hay quien evidencia un marcado sentimiento nacionalista, es decir, una intensa sensación de pertenencia a un país y su realidad particular. Esa corriente psicológica en la que están amarrados se manifiesta de forma conductual y actitudinal de múltiples maneras. Todas ellas tienen, a su vez, un impacto notorio en la comunidad y en la sociedad que los contiene. Profundicemos en ellas.
1. Lealtad y devoción a la nación
El nacionalismo se retroalimenta del endogrupo, del sentimiento de pertenencia que se deriva de él y, en ese contexto, la lealtad es nuclear. Es común verlos defender a sus integrantes, sin importar lo que estos expresen o lo que lleven a cabo. La defensa del grupo o del «nosotros» es un pilar fundamental.
Asimismo, los miembros de ese pueblo o nación que profesan los mismos ideales y patriotismo, son fieles a los dogmas y creencias estipuladas. La devoción absoluta a la historia, a su cultura o idioma encienden una serie de profundas emociones en ellos.
2. Pasiones irracionales
Las personas que carecen de un marcado sentimiento nacionalista suelen sorprenderse al ver a quienes sí lo evidencian. Algunos aspectos que manifiestan con frecuencia son actos, celebraciones e incluso conductas motivadas por pasiones casi irracionales. De hecho, no es extraño que lleven a cabo autosacrificios, como transgredir las leyes por el supuesto bien de sus creencias y de su nación.
3. Identidad del «yo» frente a los «otros»
Uno de los factores psicosociológicos más recurrentes entre quienes albergan un fuerte sentido nacionalista es la separación entre el «yo» y los «otros». Se desarrolla una identidad que percibe al resto de pueblos, culturas y naciones como «diferentes» e incluso «inferiores».
Otro fenómeno común es el concepto del «yo» diluido con el endogrupo, hasta el punto de construir realidades del todo ficticias. Por ejemplo, exaltar que son un pueblo siempre atacado y sometido por los demás y que, en vista de sus características identitarias, merecen la autodeterminación.
El nacionalismo, llevado a sus extremos, conduce a diversas formas de violencia, como la personal e incluso la institucional.
4. Sesgos y prejuicios
El aprendizaje social y el papel del entorno suele mediar en el desarrollo de un enfoque mental y emocional claramente nacionalista. Así, es muy frecuente que en estas mentes están presentes numerosos sesgos cognitivos inculcados por el entorno. Enseguida, veremos unos ejemplos de los mismos, comunes en los discursos de todo nacionalista:
- Favoritismo del endogrupo: los que piensan como yo son mejores que los demás.
- Pensamiento polarizado: las cosas son buenas o malas, estás conmigo o contra mí.
- Sesgo de confirmación: se da validez o se recuerda solo lo que encaja con lo que uno cree.
- Realismo ingenuo: suponer que lo que uno cree es cierto y que los demás razonan de forma ingenua.
5. Estilos cognitivos inflexibles
El sentimiento nacionalista y el modo en que se orquestan sus bases cognitivas despertó el interés de muchos investigadores. Muestra de ello es que la Universidad de Nueva York analizó la ideología nacionalista durante el Brexit.
Algo que percibió el estudio es cómo el sentimiento nacionalista se acompaña de un pensamiento rígido. La información no se procesa de forma reflexiva, sino categórica y claramente inflexible, rechazando todo aquello que no se ajuste a las creencias propias.
6. Fuertes apegos
Hay otro aspecto vinculado a ese patriotismo o pasión nacionalista. Vemos con frecuencia a personas que muestran fuertes apegos a los símbolos, a lo histórico, a lo cultural de un país. Esas conductas, a menudo, tienden a expresarse con violencia, discriminando los gustos o prácticas de otros que no sienten el concepto de nación del mismo modo.
7. Narcisismo colectivo
Este dato es interesante. Los sentimientos nacionalistas suelen evidenciarse mediante una conducta narcisista. No obstante, es una especie de narcisismo colectivo, es decir, el endogrupo se mueve y actúa a través de comportamientos soberbios, egoístas y manipulativos.
La Universidad de Minnesota indagó este fenómeno, para justificar por qué observamos a grupos nacionalistas exacerbando su superioridad como pueblo; incluso, justificando la necesidad de dominar a otras naciones. Algo problemático, sin duda.
El nacionalismo extremo puede llevar a reyertas callejeras o, en casos más problemáticos, a golpes de Estado.
Tipos de nacionalismo e implicaciones sociales
Muchas veces, percibimos el nacionalismo como una actitud poco o nada evolucionada. Hay precedentes que apoyan esta óptica; el amor a la patria mal entendido ha sido la chispa que encendió revoluciones nada afortunadas y de consecuencias catastróficas, como el nazismo.
Pero también encontramos precedentes históricos en los que el nacionalismo produjo una cohesión social traducida en progreso. ¿Cuáles podemos identificar? A continuación, examinemos.
Las pasiones nacionales y culturales llevadas al clímax, derivan a menudo en conductas de racismo y odio al diferente. Sin embargo, países como Canadá abogan por el conocido como transnacionalismo.
Nacionalismo cívico
Australia, Nueva Zelanda o Canadá promueven una forma de nacionalismo cívico y reflexivo; un contexto crítico donde integran a las diversas culturas de sus territorios, sin discriminar a otras sociedades. Son países que, si bien promueven la unidad y su independencia, buscan incluir las diferentes culturas que los conforman.
En estos casos, hablamos de un sentimiento de cohesión que hace consciente a una sociedad de la fuerza que tiene si persigue algunos objetivos en conjunto.
Esta voluntad se vuelve virtud cuando, en un gran ejercicio de habilidad, se aleja de la discriminación de ideas o de personas. No hablamos de sociedades perfectas, pero sí de núcleos que avalan la idea de que en el nacionalismo es posible un sentido humano y humanitario.
Nacionalismo extremo
El sentimiento nacionalista que pasa a controlar la voluntad en escenarios de bipolaridad, de crisis y de fragmentación. Lo vemos en el tablero político de muchos países en la actualidad. Los efectos que tiene en nuestra realidad son inmensos y, aunque no siempre los notemos de manera inmediata, deja fracturas que poco a poco serán más evidentes. Estas son las consecuencias del nacionalismo extremo:
- Aparece el racismo y el odio al diferente.
- Promueve la fractura de la población para instar a las revueltas y el caos.
- Aparecen conductas extremistas (violencia en las calles y en los deportes, por ejemplo).
- Se busca preservar la cultura nacional y ello supone vetar al resto de grupos sociales y culturales.
- Un nacionalista extremo mentirá y distorsionará la realidad para dar una imagen de superioridad.
- Un gobierno dominado por ideales y pasiones nacionalistas puede justificar su agresión hacia otros países.
- Los nacionalistas extremos infringirán las leyes porque se sentirán con el derecho a ello. Para llevarlo a cabo, se servirán de razonamientos falaces.
El sentimiento nacionalista y su lado positivo
Como decía Mark Twain, «el sentimiento nacionalista puede volver a la persona imprudente y poco juiciosa. Se convertirá en alguien que grita lo más posible sin saber de qué vocifera». Hay mucha verdad en estas palabras y nunca está de más levantar la mirada de nuestra cotidianidad, para reflexionar en cómo los diferentes nacionalismos hacen temblar al mundo.
El nacionalismo puede tener su lado positivo, animándonos a que nos reconozcamos o nos sintamos parte de un territorio y de su gente. No hay nada de malo en ello, mientras no olvidemos que vivimos en un planeta extraordinariamente heterogéneo en el que, por fortuna, está repartida la riqueza natural y social.
Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/que-efecto-tiene-el-sentimiento-nacionalista-en-la-sociedad/
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